/ el río
"Laguna de Leyes"
"Inundación"
"Tormenta en la isla"
"Chico arrojando una piedra al Paraná"
"Tres canoas"
Instrucciones para andar en el agua.
Cuando se camina por el río no hay mayor inconveniente. El río te lleva corriente abajo o bien se puede remontar. La cosa viene en la laguna. Hay dos lagunas. La Setúbal y la San Pedro. La del Leyes cuenta poco porque mas bien no es laguna, es una continuación del Leyes. Como que el Leyes no quiso desembocar de apuro en otro río y se fue en laguna. Las lagunas son el tema. Porque a las lagunas hay que atravesarlas de costa a costa. Y engañan. Sobretodo cuando está viniendo el tiempo. Hay un momento en que todo es sereno. La laguna suele estar quieta, con algún trueno sordo, lejos. Ahí es como un espejo donde el cielo chato y cargado se refleja totalmente, un plano horizontal que atrae por lo apacible y por lo azul. Quien anduvo poco no sabe y elige ese momento para llegar a la otra costa. Piensa que es el mejor, por lo mansa. Se equivoca. Porque atravesar la laguna implica no ver la otra costa y cuando se anda por la mitad es cuando el tiempo se descompone. El problema con la laguna reside en que no tiene un cauce cierto. Entonces cuando menos se lo espera se levanta el viento y en la laguna el viento es mas libre que en la costa, como violento, con cancha para correr. Y ahí es cuando el agua mueve para todos lados. Al no haber corriente cierta la laguna te golpea de frente, de costado y en un descuido también puede venir un topetazo por atrás. Son los momentos de zozobra. Es por eso que muchas embarcaciones van a parar después a los canutillos, bastante abajo de donde se dieron vuelta de campana. Y a los ahogados los encuentra la prefectura al otro día o la semana siguiente; cuando ya pasó la tormenta y el cielo está de nuevo azul y el sol radiante, como haciéndose el bobo. Pasa que la gente carga mucha cosa en la canoa, muy pesada va y eso invita al revuelco. Por eso en el agua es mejor ir liviano, con lo justo. A uno le pasa que estas cosas las sabe, pero igual le da ganas de cruzar cuando se pone como un espejo, toda lisa, desafiante. Hay que adivinar el rumbo y andado un tranco, cuando se aparece, poner la punta hacia un alto preciso de la otra costa; un eucaliptos, alguna antena. Y darle al remo con fuerza. Como todo está quieto se agarra velocidad enseguida. Si uno va llegando al otro lado y el cielo se descompone ya no hay problema. Se puede remar costeando con las primeras gotas en la cara que la satisfacción es enorme porque se dejó atrás el centro y ya pasó lo que pudo ser peor. Si te agarra ahí, en el medio, son unos minutos, puede que se esté sonado, puede que no. Uno sabe esas cosas pero igual se manda porque son los momentos que mas llaman. Por eso hay tanto ahogado. La mayoría por la ignorancia pero más de uno por la tentación.
Px, Santa Fe, 2005.-
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